viernes, 4 de mayo de 2007

Reflexión


Junto a un límpido arroyo detiene su galope. El claro sonido del agua, los destellos del sol en su superficie, tranquilizan por fin el ánimo del caballero. Se agacha y apaga la sed abrasadora que lo consume.
A la sombra de un anciano roble se recuesta para reposar, mas al hacerlo, le alcanzan nuevamente los recuerdos de los que con tanto encono trata de escapar, y con ellos regresan el dolor, la impotencia... la ira. Sabe que no puede regresar, no así, derrotado y patético, tal como marchó. Sin embargo, su corazón queda en el castillo. Reflexiona el caballero. Sólo una opción parece posible. Si su corazón desea permanecer en el castillo, que así sea.
Anochece cuando el caballero, o acaso una sombra de lo que fue, galopa de nuevo, alejándose a lomos de su caballo del castillo, de la dama... de su corazón.

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