lunes, 30 de abril de 2007

Ira


En el aire queda tan sólo su recuerdo, su esencia. Sin embargo, sus palabras palpitan aún en el corazón y en el ánimo del caballero.
Un nuevo sentimiento, desconocido y poderoso, se abre paso en su interior. Ha sido ultrajado, rechazado como un vil bufón. Deja caer la espada que mantenía todavía alzada en señal de respeto y sumisión. El acero golpea el frío suelo, y los ecos del sonido se extienden por el oscuro salón.
Lentamente, el caballero se incorpora, los puños crispados, las uñas clavadas en la carne hasta que la sangre aflora. Ha sido rechazado. Tras reunir las fuerzas y el valor, tras haberse humillado, rebajado a la categoría de siervo, ha sido despreciado. El caballero tiembla de rabia e ira, pero también de impotencia. Recoge la espada que yace abandonada y con cuidado, tras besar su filo, la devuelve a su vaina.
Nunca más. Nunca más...
Y con paso decidido, abandona la estancia.

miércoles, 25 de abril de 2007

Humillación


Se detiene a pocos pasos de la dama, que contempla absorta el crepitar del fuego.
Hinca una rodilla ante ella y ofrenda su espada con ambas manos, como si ante un dios estuviera.
En ese momento la dama se vuelve. No dice nada. Mira al caballero como si lo viera por vez primera. ¿Es tristeza lo que asoma en su mirada? ¿O es acaso compasión, compasión por el antaño soberbio y bravo caballero, reducido ahora a la condición de siervo de su voluntad? No dice nada. Sus labios se curvan en una levísima sonrisa, bálsamo reparador para el malparado orgullo del caballero.
- No-dice con dulce voz-. Hoy no.
Con suave ademán de media vuelta y se pierde en las tinieblas. Queda el caballero arrodillado y solo a la luz del hogar. Su armadura y su espada brillan con un fuego acerado.
Pero nada de eso importa ya

La dama


Se abren las puertas.
Ante él, un inmenso salón de piedra. Tan sólo un fuego arde, lejano, entre sombras. Sus llamas, su luz trémula, perfila la esbelta figura de la mas bella estatua que viera nunca el caballero. Sus rasgos cincelados en el más puro de los mármoles, lo contemplan desde un Olimpo de belleza sin par. El danzar de las llamas llena de vida su rostro.
El caballero avanza, arrogante y decidido al principio, más cauto e incluso atemorizado según se acerca a la dama. Camina no obstante erguido, cubierto por su brillante armadura de plata. Su espada, poderosa, bien ceñida al cinto.
Y sin embargo, se sabe vulnerable.

viernes, 13 de abril de 2007

Silencio


Silencio. Negrura. Silencio. Tiniebla. Silencio. Oscuridad.
Silencio, silencio, silencio..
Nada ve el caballero, cegado por sus lágrimas. Nada oye, ensordecido por su pena. Desesperado, arroja con furia su espada lejos de sí. Está rota, es ahora un inservible pedazo de metal sin tan siquiera el filo suficiente como para acabar con su vida de forma honrosa.
El caballero deambula como alma en pena sin destino alguno, sin esperanza ya, esa esperanza que un día alumbró su corazón, llama poderosa que acabó abrasándolo, destrozándolo por dentro.
Si al menos pudiera el caballero escuchar el sonido de sus propios pasos contra el suelo. Pero eso le diera tal vez esperanza, esperanza en que seguía vivo y en que algún día, y de algún modo que no lograba adivinar, podría escapar, volver a ver la luz, volver a escuchar aquella voz. Su voz.
Silencio.

miércoles, 11 de abril de 2007

La Puerta


Cruza la puerta y sabe que no hay posibilidad de retorno.
Mira a su espalda pero sólo encuentra fríos sillares de piedra, pues la puerta que ha cruzado ha desaparecido para siempre.
Cruza la puerta y casi al instante se arrepiente.
Frente a él, oscuridad.
Deja atrás la seguridad de su fortaleza, y allá quedan su bruñida armadura y su escudo. En esta batalla no los va a necesitar. Tan sólo su fiel espada, brillante y hermosa. Un filo su ingenio y el otro su alma.
Cruza la puerta hacia un vacío incierto, hacia una perdición casi segura y sin embargo, lo hace con la decisión del que se ha resignado hace tiempo a su suerte, o en este caso a su desdicha.
A buen seguro sabe que cada paso sólo le acerca a su perdición, pero ya no hay posibilidad de huída, ni tan siquiera de honrosa y ordenada retirada.
A lo lejos, entre oscuras brumas, un resplandor.
La esperanza se enciende cual poderosa llama en el pecho del caballero, que acelera su caminar.
Sin apenas percatarse se lanza en una desenfrenada carrera en pos de la luz. Sin embargo, a cada paso el brillo es más tenue, la esperanza es ya apenas un débil recuerdo.
Finalmente toda luz se apaga.
Sólo quedan las tinieblas... y el silencio.

Rimas


Pasó por esta posada hace ya largo tiempo. Llegó exhausto tras un penoso viaje y durante su breve estancia aquí enfermó de unas graves fiebres que lo tuvieron recluido en cama durante una semana entre terribles delirios. Tratando de encontrar una causa, o acaso un remedio para su mal, me atreví a rebuscar entre los avíos del joven. No hallé nada que pudiera ayudarle en aquel trance, tan sólo unos legajos en los que, con letra temblorosa, estaban escritos los siguientes versos:


¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Que es poesía!, Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

*

Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso..., yo no sé
que te diera por un beso.

*
Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía
la Voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.

Aún turbando en la noche el firme empeño
vive en la idea la visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!

Y estos son apenas algunos ejemplos que mi pobre cabeza recuerda, pues aquellos papeles rebosaban genio y tristeza, desgarrada melancolía que llegó al corazón de este pobre posadero. El joven logró sobreponerse a las fiebres y una mañana fresca y brumosa dejó la posada. Recuerdo con claridad su atormentada figura desvaneciéndose en la niebla...