jueves, 29 de marzo de 2007

Veneno


Tiempo ha que probé por error fatal veneno. Me fue ofrecido con la apariencia de dulce elixir y sin dudar un momento lo bebí. Mas ¡ay! Apenas unas pocas gotas fueron necesarias para, al rozar suavemente mi garganta y descender implacables hacia lo más hondo de mi ser, infligir un terrible daño que aún hoy no encuentra cura. Desde aquel entonces, no hay día en que no beba un nuevo sorbo de este amargo trago, que es al mismo tiempo dolor y dicha. Su demoledor efecto mina poco a poco mis fuerzas y mi voluntad, mas peor sería si un día dejase de tomar el terrible veneno, pues con certeza sé que me sobrevendría una muerte inmediata. Esa es pues mi maldición. El mismo veneno que me mata alarga día a día mi existencia, prolongando una agonía que se me hace eterna, cruel y por momentos insoportable. Sin embargo, alzo la copa de mi perdición una vez más y con ademán decidido, bebo de nuevo este dulce veneno.

lunes, 26 de marzo de 2007

La canción del pirata.


Llegó en una noche tormentosa. Algunos digeron que venía de Holanda, otros que habían oído de él en Bélgica, Francia e Inglaterra. Los más osados lo llegaron a relacionar con una asociación secreta, Los Numantinos. Era un joven apuesto y romántico y se decía defensor de la libertad. Espronceda era su apellido, José de nombre, y entre copa y copa entonó con voz alegre la siguiente canción.


Canción del pirata


Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:

Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pechos mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de "¡barco viene!"
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.