miércoles, 11 de abril de 2007

La Puerta


Cruza la puerta y sabe que no hay posibilidad de retorno.
Mira a su espalda pero sólo encuentra fríos sillares de piedra, pues la puerta que ha cruzado ha desaparecido para siempre.
Cruza la puerta y casi al instante se arrepiente.
Frente a él, oscuridad.
Deja atrás la seguridad de su fortaleza, y allá quedan su bruñida armadura y su escudo. En esta batalla no los va a necesitar. Tan sólo su fiel espada, brillante y hermosa. Un filo su ingenio y el otro su alma.
Cruza la puerta hacia un vacío incierto, hacia una perdición casi segura y sin embargo, lo hace con la decisión del que se ha resignado hace tiempo a su suerte, o en este caso a su desdicha.
A buen seguro sabe que cada paso sólo le acerca a su perdición, pero ya no hay posibilidad de huída, ni tan siquiera de honrosa y ordenada retirada.
A lo lejos, entre oscuras brumas, un resplandor.
La esperanza se enciende cual poderosa llama en el pecho del caballero, que acelera su caminar.
Sin apenas percatarse se lanza en una desenfrenada carrera en pos de la luz. Sin embargo, a cada paso el brillo es más tenue, la esperanza es ya apenas un débil recuerdo.
Finalmente toda luz se apaga.
Sólo quedan las tinieblas... y el silencio.

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