miércoles, 25 de abril de 2007

La dama


Se abren las puertas.
Ante él, un inmenso salón de piedra. Tan sólo un fuego arde, lejano, entre sombras. Sus llamas, su luz trémula, perfila la esbelta figura de la mas bella estatua que viera nunca el caballero. Sus rasgos cincelados en el más puro de los mármoles, lo contemplan desde un Olimpo de belleza sin par. El danzar de las llamas llena de vida su rostro.
El caballero avanza, arrogante y decidido al principio, más cauto e incluso atemorizado según se acerca a la dama. Camina no obstante erguido, cubierto por su brillante armadura de plata. Su espada, poderosa, bien ceñida al cinto.
Y sin embargo, se sabe vulnerable.

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