domingo, 20 de enero de 2008

El Salón

La enorme puerta se abre sin necesidad de ser empujada. El caballero se ve envuelto por una luz deslumbrante. Trompas heráldicas lo reciben con sonoro toque, pendones verdes y leones dorados por doquier. Una estancia inmensa, aparentemente etérea, inmaterial.
El caballero avanza confuso, cegado aún por la repentina luminosidad. Poco a poco, se define a lo lejos un inmenso podio dorado, unas gradas sobre las que se alza un trono vacío. Recuperada parcialmente la visión, el caballero aprecia nuevos detalles de la sala. Sin dejar de caminar hacia el trono, observa que la sala está totalmente cubierta por cristaleras por las que la luz del sol entra a raudales. El suelo, las paredes, todo es de un mármol tan blanco como la nieve, resonando a cada paso del caballero.
Alrededor del trono un grupo de personas, soldados armados con enhiestas lanzas. Instintivamente, el caballero se lleva la mano a un costado, mas de pronto recuerda que no va armado.
- Eso no será necesario.
La voz resuena en el fuero interno del caballero y al instante la reconoce. Proviene de un rincón de la sala, de una figura emboscada bajo un manto, el rostro oculto por una capucha.

3 comentarios:

Thaïs dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Thaïs dijo...

Esta noche he vuelto a visitar estos lares...
En síntesis parece especial, lleno de esencia, interesante, atractivo, intenso... como los distintos caballeros que con sus entrañas y atardeceres inundan el paraje... como el que escribe.

Un beso, Thaïs.

wilson dijo...

Soy nuevo huésped en la posada, y supongo que volveré a dejarme caer por lo que veo. Me ha sorprendido lo que he encontrado!
saludos cordiales y un pellizquín en las barbas!!